Mi horda

Max Ernst La horda,1927

Zoé falleció, aún investigan si fue suicidio u homicidio, pero el hecho es que está muerta y esto dejó suficiente espacio para que Nat pueda sobrevivir, incluso relegando a Cyn de la luz.

Ahora que Nat usa la luz a su antojo cree que tiene dominada a Cyn y que no le deja las suficientes fuerzas para que pida ayuda real. Cree que aumentando sus miedos va a vencerla pero no sabe aún cuan poderoso puede ser su talismán.

Hoy decidió atacar directo al corazón y hacerla sentir como si no valiera para las personas que ama, la hizo sentir como el despojo que mantienen por caridad pero, ¡qué bien se siente decirle que hace todo mal!

Hace unos días atacó su estabilidad de cartón y la llenó de angustia y resignación. También quiso debilitar su talismán pero este brilló con más fuerza que la propia vida y la alejó. Ese día Cyn volvió a tomar la luz.

En momentos como este, Cyn lamenta haber perdido a Zoé, haberse quedado viendo mientras agonizaba y le extendía la mano pidiendo piedad.

Zoé no era mala, estaba loca, loca de remate. Ella no tenía un rumbo fijo y cambiaba constantemente de parecer, sentía que el mundo era blanco o negro y que lo demás no existía.

Los días a su lado tuvieron un sinfín de aventuras, buenas y malas pero emocionantes sin excepción. Aunque siempre, siempre, al siguiente día de una aventura, llegaba el vacío, aquel agujero negro que absorbía su alma y energía, aquel que la incitaba a hacerse daño, a morir.

Zoé, cuando el mundo era blanco, era capaz de vencer a Nat fácilmente, tenía recursos suficientes y a la mano. Le revolcaba en la tierra, le escupía, le humillaba. Nat, arrastrándose hacia las sombras, quedaba en silencio viendo como Zoé disfrutaba de la luz.

Cyn observaba desde una banca de algún parque o a veces desde su cama. Sentía los pinchazos, las cuchillas, las sustancias pero también los abrazos y caricias de quienes se quedaban a observar junto con ella.

Cuando Cyn debía retomar la luz, dejaba de lado los químicos faltantes en su cerebro y armándose de coraje salía a afrontar el mundo real, el día a día, la rutina, la apatía, el sin sabor, el dolor.

Y entonces Nat aprovechaba la situación y atacaba, tan pero tan fuerte que Cyn debía pedir ayuda nuevamente y aparecía Zoé, siempre la salvaba pero con un costo tan alto que terminó matándola.

Ahora Cyn no sabe cómo vencer a Nat, no sabe cómo arrebatarle la luz, entre la disociación y el pánico, entre sus miedos y limitaciones. Zoé ya no vendrá a ayudarla, no puede revivir, el talismán es demasiado aterrador para ella. Pero, ¿Cómo utilizarlo contra Nat?

Cyn tiene miedo de invocar a un nuevo alter, no sabe si será peor que Zoé o el talismán servirá para domarla. ¿Debería confiar en el poder del talismán? ¿El nuevo alter traerá la simetría a la horda?

Cyn sabe que su mente está agotada, cansada de pelear, se arrastra ensangrentada y decide invocarla, aún no sabe cómo se llama pero sabe que será mejor que Zoé, sabe que va a ayudarla a vencer a Nat y que juntas volverán a construir aquella estabilidad aunque sea de cartón, pero estabilidad al fin y al cabo. 

¡Bienvenida a mi horda!

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